¿Un día si y al siguiente no?


Que me parta un rayo si alguno de los escasos lectores de estas descargas hormonales, y a veces sangrientas, nunca se ha sentido objeto, por más sutil que sea la impresión. Es más, que me "folle un pez" si quien ahora escribe cree que es imposible que en un mundo de mercancías el humano sea cuasihumano, intercambiable a "la primera de cambio"...

Luego de la introducción enredada:

Me confieso pecadora por acreditar durante segundos que Dios existe y es un hijo de la chingada, es decir, no de la Santa Virgen (no se espanten tanto).

Y si, Dios como idea que evoco cuando las cosas del corazón se salen más de la razón. Cuando son incomprensible esos cambios de ánimo e irrumpe el pensamiento de -ah, simplemente sucedió-, y cuando eso que simplemente sucede son dos piernas, unas tetas y seguramente un gran cerebro. Cuando esa irrupción hace que se terminen relaciones.

Por supuesto la molestia no es con una ella que podría ser una yo, sino con un él que se deslinda de total responsabilidad porque así es la vida y hay tantas estrellas que brillan intensamente, que supone que mi luz no dio pa más. Es con un él que regala palabras como verdades, como sentimientos auténticos que al final dan la impresión de ser chinerias.

Pero la molestia real es con un yo a quien no le cabe en la cabeza que la responsabilidad de uno con el otro se limita al placer y beneficio que trae lo fácil, lo cercano, lo táctil. Que sabe o prefiere creer que los sueños aunque no se tocan ni se besan, transforman mundos y por eso valen la pena y no son desechables.

Con esto simplemente digo que ya me cansé de amaneceres y anocheceres consumidores pesados de energía. Que quiero pensar en la Edad Media, en los árabes, en mi tesis, en derechos humanos, en Portugal y Cuba como mis proyectos que sé que son, en romperle la madre a alguien sin ninguna consecuencia, en limpiar mi casa, en ponerme al tiro con mi economía, en becas, Tzikbal, leer, leer, leer, coger, salir, coger, y entrar otra vez.



Así

te deseo como se desea de paso un atardecer con lunares en el cielo agreste,
 como las orugas reptando de vez en cuando las ramas de un árbol marchito,
 como el viento en el techo de mi casa,
 como los cigarrillos en medio de un diseño
 o la carta con cupones para comprar libros que nadie quiere.