Respuesta a Las Piernas de Salma

Escribo aquí porque el blog de Salma no me deja responderle con más de 4.096 caracteres a http://departamento35.blogspot.mx/2012/07/respetame-mis-traumas.html... Iba así:


Hermosa:
Ahora debía de llenar mis datos para un dichoso Conacyt, pero se me fue la red y aproveché para leer lo que me pasaste, tu texto. A decir verdad me sorprendió primeramente porque (maldición, ¡llegó internet!, pero seré fuerte e intentaré continuar)… porque pensé que sería sobre amores-desamores-superados (¿me proyecté?), en segunda, por la forma en que abordas la temática de la maternidad.
Los discursos del por qué ser y del por qué no ser madre son impostados, como todo lo existente al día de tu nacimiento y posiblemente en el todo el transcurso de tu vida. Nos jodimos cuando tragamos eso que nos dicta lo que debemos de ser basado en lo que, a mi parecer, son pensamientos sociales que se erigen en lo “correcto” e “incorrecto”. Así, si querías ser una mujer exitosa de inicios del siglo pasado en México debías tener 10 hijos, soportar las infidelidades del marido, estar en casa sin poder estudiar (y hasta aquí mi poca imaginación y prejuicios de antaño); si lo quieres ser en este siglo con dos hijos es suficiente, más un posdoctorado, un buen sueldo, ganas de ser autosuficiente (soñando con la llegada del príncipe azul), aguantar infidelidades y llevarlas a cabo, la casa, el perro y un trabajo que demuestre lo buena que eres son imprescindibles. En fin, lo que continua es eso, el decir que lo que debe de ser es x o y. Siendo mujeres de esta generación, en donde todo parece confuso porque aparentemente podemos elegir, la situación, a mi parecer, es ver (hasta donde podamos) si elegimos por llevar la contra a otro, o por obedecerlo totalmente, o por quedar bien, o por “demostrar” nuestra independencia, o porque realmente lo queremos. Aunque aquí la pregunta es si existe eso, que seamos sólo nosotros quienes decidamos o somos parte de un todo que decide, pero no creo contar con nada que desmienta que somos sociedad con individualidad gracias a la época en que vivimos. En fin, el tema es el por qué uno hace lo que hace y lo que resulta de lo que hace, la forma en que nos conformamos y hacia dónde nos dirigimos (si, en esta época nos construimos un supuesto a dónde). Ahora, si hay las feministas que caen en la misma práctica que algunos católicos de presionar (con razones o miedos) para que alguien decida algo que tendrá impacto evidente en su vida, puede ser un error, pero no tanto de quien empuja sino de quien se deja caer, porque si duele, es a él a quien le dolerá, aunque si lo ves después, el golpe sirve como experiencia y entonces, entonces es difícil juzgar lo que sucede y más si uno es espectador.
Como sabes, puedes hacer  unas cosas y otras no ya que tienes una hija, al igual que cualquier otra persona que decidió hacer otra cosa. Y como ese comercial de shampoo en donde chicas con diversos estilos de cabello se ven en el espejo mientras ojean a las demás y desean el color o corte o peinado de las otras  en cuanto las otras desean lo de ellas, aunque se sientan bien consigo mismas, por más a gusto que nos encontremos, deseamos entre guiños algo diferente, y no debemos sentirnos mal ni culpables por eso. Parte de la histeria de la época (sí, el término lo uso laxamente) es tener constantemente una incomodidad, nada nos es suficiente y vemos las fotos de Facebook de una nueva “amiga” y le envidiamos algo, y seguro que alguien nos envidia otra cosa por la apariencia de lo que supone sucede.
Ahora, independientemente que las prácticas eliminen la supuesta ideología (esto de católicos y feministas presionando), como la tortura empleada por capitalistas y socialistas, la existencia de discursos opuestos dentro de una gama sirven para saber que existe la opción. En algún momento, en algún lugar, si te embarazabas tenías al hijo y ya (un cuento de una portuguesa habla sobre que María fue al río y cogió con un hombre bello como ángel, volvió con José y le contó de tal aparición… meses después, ¡oh sorpresa!). Ahora puedes no tenerlo en el Distrito Federal sin morir por las malas condiciones que conllevaba hacerlo en lugares insalubres debido a la ilegalidad del asunto o sin que te llevaran presa y te condenaran (¡gracias a Dios es legal la irrupción del embarazo!). Si, se puede hacer para quien no quiere las desveladas que implica, para gente como yo que no lo ve posible no precisamente porque sea más fácil que tener un hijo, el no tenerlo es también mucha responsabilidad, es la responsabilidad de asumir una vida sin alguien que dependa de ti y sin todas esas cosas de madre, y se puede no hacer para otro tipo de personas. De acuerdo, lo jodido es cuando te dicen que con un hijo no podrás desarrollarte profesionalmente o que al abortar estás matando a alguien. Para mí un problema es creerte las cosas, esas cosas, tragarte los miedos y por esos miedos no hacer, sea lo que sea. El qué dirán influye mucho, la necesidad de ser alguien (lo que eso signifique) pesa,  y no serlo marca, usamos cualquier cosa para estigmatizarnos y justificarnos (me encanta la perversidad humana), sea un hijo que me impide ser, o un esposo, o la falta de empleo, o ser mujer y que me miren como carne, etc. Ya lo dice un dicho popular, el principal enemigo de uno es uno mismo. Otro inconveniente es hacer las cosas para demostrarle a otro lo que sea, que puedo ser lo contrario a lo que dice o que puedo acatar al 100% porque entonces nos movemos una y otra vez a partir de ese otro (de ahí, creo, la relación odio-amor que creamos casi con todo), pero de ese otro como juez y nuestro superior. ¡Basta!
Creo que me extendí y me voy dando cuenta que no sé bien a bien qué decir más que las gracias, llevaba semanas sin ganas de manchar virtualmente lo blanco con lo negro.

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